Parsimonia ... eppur si muove.

Cada treinta y tres pulsaciones pierdes el aliento como la brisa pierde la paz, ligera y casi invisible rodea los hermosos poros de tu cuerpo, el estruendo se ahuyenta de manera autónoma y no se disipa en la resonancia ofrecida por la inmensidad, en los cielos se divisa el gris de las nubes anunciando una pávida calma, tan contradictoria con la fuerza de los elementos insolutos visualizados en la marea de tus pupilas, el infierno está por desatarse, el rechinido de las puertas ante la soledad de los caminos forma espirales de brío... el horizonte muestra el bajo tono y la cerrazón difuminada de su propia grandeza, tras las gotas de agua que se pausan en el tiempo frente a mis dedos, detenidas, sin movimiento, el pujante vacío comprime violentamente nuestros recuerdos, jamás volveremos a correr, no hay suficiente energía en ello... no hay forma de entintar a trazos premeditados el futuro incierto de la elíptica y focalizada hipótesis, en pleno y despótico silencio al fin habremos de borrar el ascenso, de inculcar el castigo, de pudrir nuestros cerebros, violaremos a nuestros hijos para no dejarles nada, no anclarlos al fuego de nuestras almas que tanto hemos sufrido, serán exterminados uno a uno para sobrevivir, paradigmas y muros, concreto y barro, vegetal y animal, todo cede invaluablemente, todo hiede... todo se impregna del infinito, indivisible, hallando al fin un desenlace, no es nuestra causa, no es la respuesta es simplemente la expansión de la nada intrínseca al culto de la existencia, morir, vivir... eternidad, sin ataduras, sin contexto, previniendo la podredumbre como lodo seco en algo mas que nuestros asquerosos e innombrables genes, el absurdo no tiene sanación... mímesis paralela en una extraña dimensión, aparta y corrige, sin falso eslabón, desaparece solo para purificarse, sistema cerrado en ebullición, tajante como el hierro caliente directo al pecho, lo mas hermoso no se enclava en la forma de terminar, son tus gritos, tu llanto, tu desesperación, las uñas marcadas en cada manifestación de dolor... he de caminar en el vacío de la tierra y observar los cuerpos apilados por montones como el arroz y el maíz, la calma al fin vuelve a mí, a tí, para no abandonarnos nunca mas, somos un grano mas, inertes, dispuestos a ser molidos para alimentar, para nunca crecer, división celular detenida para siempre, como debió ser desde el principio, muévete mas liviana y sin culpa, impoluta y hermosa, te lo debemos.